“Que se haga justicia”
“Fue una noche trágica, de la cual nosotros quedamos marcados para toda la vida”, definió Walter Omar Leiva su vida y la de sus cinco hermanos luego de la desaparición de su madre Mercedes Longh. “Estábamos todos acostados en la cama de dos plazas, patearon la puerta y entraron dos personas armadas”, describió. El padre no se encontraba en la casa porque trabajaba de sereno en la facultad de ingeniería.
Su hermano Raúl agregó que “nos hacen tapar la cara y nos dicen que nos quedemos tranquilos que la iban a traer”. “Le taparon la cabeza, le ataron las manos y le pegaron unos rodillazos en la espalda y la metieron en el baúl de un Falcon verde”, continuó.
Mercedes había trabajado en la casa de la decana de la facultad de Humanidades, María del Carmen Maggi, quien fuera secuestrada mayo de 1975 y cuyo cadáver apareció un día antes del golpe de Estado del año siguiente. Raúl Leiva aseguró que los secuestradores de su madre buscaban “unos papeles” en relación a esto.
Por el testimonio de Marta García de Candeloro pudieron saber que Mercedes estuvo en cautiverio en la Cueva durante un año. Por intermedio de ella le dio un mensaje a sus hijos: “que nos dijera que nos amaba”, contó Raúl con los ojos cristalizados, que al momento del secuestro tenía 7 años. “Que se haga justicia”, concluyó su testimonio.
Declaró también Alejandro Dondas, que narró su cautiverio del 6 al 23 de diciembre de 1976 en el centro clandestino La Cueva, donde recibió tortura con picana eléctrica en sus brazos mientras lo interrogaban sobre distintas personas entre las que estaba “Coca” Maggi.
En ese lugar, compartió su secuestro con Héctor Gómez y Eduardo Martínez. Afirmó que a los días “trajeron a Jorge Toledo, herido de bala, que se quejaba y pedía un médico”. Dijo que “le preguntaban por un tal pajarito que aparentemente había dado muerte a alguien del ejército (Cativa Tolosa)”.
Por último declararon tres testigos de concepto del imputado Mario Larrea. Victorio Osvaldo Bisciotti, como diputado nacional de la Unión Cívica Radical, conoció al represor cuando este se desempeñaba como comisario en la localidad de Lobería en los años 1985/86. “Las referencias siempre fueron muy buenas. Nunca recibí una queja contra él”, aseguró.
Ángel Aníbal Sánchez, hermano de un compañero de la escuela del hijo de Larrea, afirmó que “todos lo tenían como una persona excelente, bondadosa. No hay una persona que hable mal de Mario”.
En tanto que José Luis Cipolletti, quien fuera su abogado en la década del 90, dijo que “Larrea despotricaba contra el accionar de los militares. No quería participar de los hechos”. Y agregó que “nunca tuvo descrédito hacia las víctimas del Proceso de Reorganización Nacional”.
Autor/fuente: Lisandro Contreras/ Juan Marco Candeloro@@@
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