miércoles, 31 de diciembre de 2014

Tres represoreds fueron condenados a prisión perpetua por los delitos cometidos en Monte Peloni

“Un aparato organizado de poder que tragó vidas”

En Olavarría, el Tribunal Oral Federal Nº 1 de Mar del Plata dictó penas de prisión perpetua para Ignacio Aníbal Verdura, Walter Grosse y Omar Ferreyra por homicidios, secuestros y torturas. Horacio Leites fue condenado a ocho años de cárcel.

 Por Silvana Melo y Claudia Rafael - Desde Olavarría

Treinta y siete años después, la misma ciudad que en agosto se vio sacudida ante la aparición de Ignacio Guido Montoya Carlotto, y que aún espera la investigación sobre la responsabilidad de Loma Negra en el asesinato del abogado laboralista Carlos Alberto Moreno, vislumbró una luz de justicia. El Tribunal Oral Federal Nº 1 de Mar del Plata dictó penas de prisión perpetua en tres casos y de ocho años de cárcel en otro a los represores que –desde diferentes roles– manejaron los hilos del poder en la Olavarría durante la dictadura.

La sala estaba atestada. Un par de ventiladores y decenas de abanicos aliviaban escasamente el calor agobiante en el SUM de la Universidad del Centro, mientras los cuatro acusados esperaban la sentencia por su participación en los secuestros, torturas y homicidios cometidos en el circuito represivo de la zona. Olavarría hervía en su cemento fundante con más de 33 grados al mediodía. Ignacio Aníbal Verdura, Walter “el Vikingo” Grosse, Omar “Pájaro” Ferreyra y Horacio Leites escucharon la determinación de su destino inmediato sin inmutarse. Verdura, con más de 80 años y una salud extremadamente frágil que se hacía visible en su andar inseguro, sabía que cualquier condena para él sería perpetua. Literalmente lo fue. De ese hombre omnipotente, de ese criminal convencido de los servicios ofrendados a la patria, sólo quedaba la mirada. La mirada terrible. El resto es un muestrario de los estragos del tiempo.

Para los sobrevivientes, las casi cuatro décadas en espera de justicia, en un andén donde durante años sólo se detuvo la soledad, también gastaron las piernas, marcaron la piel y ensombrecieron el alma. Algunos no llegaron a ver esa justicia consumada. Pero ayer, cuando los nubarrones de una inminente tormenta de verano hacían un poco más soportable la intemperie, la recuperación de la alegría como militancia fue la sensación mayoritaria. Acaso sintetizada en las palabras de Rosana Cassataro, familiar de cuatro desaparecidos: “Nosotros nunca buscamos venganza. La única venganza es la alegría, la que no nos pudieron arrebatar”.

Apenas pasados unos minutos de las 11, se abrió la audiencia con sólo un testimonio pendiente: las últimas palabras que Omar Antonio Ferreyra aceptó pronunciar. Afectado por un cáncer, dijo que no pediría clemencia porque “clemencia piden los culpables”. Responsabilizó a las superioridades, juró su inocencia y pidió ser devuelto de inmediato “al hospital por mi estado crítico”. Luego del cuarto intermedio de dos horas, Ferreyra volvió: el tribunal había rechazado el pedido.


La voz del juez Roberto Falcone repasaba cada tramo de la sentencia mientras la mirada de Verdura apuntaba hacia el gris de los baldosones de la sala. Walter Grosse y Omar Ferreyra quedaron unidos en el destino de las penas: “Prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua, suspendiéndose el goce de toda jubilación, pensión o retiro” como autores de “homicidios agravados por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas de los que resultaron víctimas Jorge Oscar Fernández y Alfredo Serafín Maccarini”, más la privación ilegítima de la libertad agravada en 20 hechos y tormentos en otros 15. Apenas un par de músculos de sus rostros se movieron mínimamente ante un destino esperado.

En el campus, una pantalla gigante transmitía la audiencia para quienes se habían quedado afuera. El clima agobiante era compartido. Los aplausos y algunos abucheos inmediatamente abortados por el juez Falcone se replicaban afuera, donde no había sala para desalojar.

Sin embargo, el residente más estable en los dos ámbitos fue el profundo dolor que sobrevive a los tiempos, que quiebra a los Fernández (Osvaldo, sobreviviente; y Jorge Oscar, asesinado), que sube la presión y la diabetes de Araceli Gutiérrez (víctima y actual casera de Monte Peloni), que atraviesa la vida de Juan Pablo Villeres y su abuela Purita, ambos todavía esperando una noticia de Graciela Follini y Rubén Villeres, devorados por las fauces del Estado terrorista. El mismo que ayer, como definió Carmelo Vinci (víctima y parte de la Comisión por la Memoria), “fue condenado a perpetua”.

A la derecha de la sala, los familiares de los represores se replegaban en su soledad de minoría. Los hijos de Verdura escucharon el veredicto entre lágrimas. El hijo de Walter Grosse eligió la mirada desafiante. Todos salieron en silencio cuando la lectura de las condenas cerró el juicio hasta el 25 de febrero en la sede marplatense del Tribunal, cuando se leerán los fundamentos de la sentencia.

La suerte de Leites fue más benigna: apenas ocho años de cárcel por privación ilegítima de la libertad y tormentos. Su participación podría tener mayores elementos probatorios en el juicio Monte Peloni II, aún en etapa de instrucción penal.

Tras una lectura que se extendió por 26 minutos exactos, el último punto fue la revocatoria del arresto domiciliario de Verdura por los “peligros procesales” y “las amenazas durante el juicio”.

Cada uno de los imputados –advirtió Falcone previo al inicio de la lectura del fallo– hizo aportes a “un sujeto colectivo, que es el aparato organizado de poder, que se tragó vidas, secuestró y torturó. Los delitos cometidos no son delitos de mano propia. No tortura solamente el que ejerce violencia sobre la víctima sino, también, el que lo permite o el que no lo interrumpe, teniendo el deber de hacerlo”.

Para Juan Pablo Villeres, hijo de padres desaparecidos, las sensaciones fueron “contradictorias; uno se resiste a pensar que están muertos”. La sentencia “no calma el dolor”, pero “marca la permanencia de la esperanza”. Araceli Gutiérrez sintió el peso de la muerte definitiva de su hermana Pichuca: “Se condenó por su muerte; ya no están desaparecidos, están muertos; no están porque los mataron”.

A Pura Puente de Villeres, con sus 90 años, “la sentencia me cambia la vida, que haya justicia me cambia la vida, con todo lo que yo he recorrido”, dice con su pañuelo blanco, sus magros 37 kilos y su esperanza de más vida.

A un costado, el fiscal federal Daniel Adler decía que “lo importante es que este juicio repara a toda la comunidad. Una prisión perpetua que se dicta, responde a la necesidad de mucha gente, no sólo de quienes fueron víctimas aquí. Este juicio tuvo un alto valor simbólico”.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Procesan a un ex policía por matar a una joven

Silvia Filler estudiaba arquitectura en Mar del Plata cuando fue asesinada

Héctor Corres integraba la CNU, una organización parapolicial que respondía a la dictadura de Lanusse. El hecho aconteció en 1971.

Silvia Filler - Murió durante una asamblea.

El ex policía y miembro de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), Héctor Oscar Corres, fue procesado por la justicia federal de Mar del Plata por el asesinato –en 1971– de la estudiante de arquitectura, Silvia Filler.
Corres quedó procesado por considerarlo integrante de una asociación ilícita que conformó la CNU, organización parapolicial de ultraderecha que llevó adelante una campaña de persecución y eliminación de quienes consideró sus enemigos, durante la dictadura autodenominada Revolución Argentina.

El juez Santiago Inchausti, titular del Juzgado Federal 3, dictó el procesamiento sin prisión preventiva al considerar que el imputado demostró "sujeción al proceso" por haberse presentado siempre que fue citado por la justicia e informando sus salidas del país. Sí trabó un embargo de 100 mil pesos "con el fin de garantizar las responsabilidades patrimoniales emergentes del delito y las costas del proceso", y se le prohibió salir del país.

Corres es un ex oficial administrativo de la Bonaerense y, como otros miembros de la CNU, había egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Mar del Plata.
Su caso se enmarca en la causa por los delitos cometidos por la CNU . En ese expediente ya fueron elevados a juicio oral once acusados, encabezado por el ex fiscal Gustavo Demarchi, por ocho asesinatos y el debate comenzará el año próximo.

Corres está acusado por el primer asesinato de la CNU, ocurrido el 6 de diciembre de 1971, durante el regimen de Agustín Lanusse. La organización realizó un violento ataque contra una asamblea estudiantil que se realizaba en la Facultad de Arquitectura de la UCA Mar del Plata, en el que Filler fue asesinada de un disparo en la cabeza.

Junto a otros miembros de la organización parapolicial, el acusado fue condenado por el hecho, señalado como autor del disparo que dio muerte a la joven estudiante. Sin embargo quedaron en libertad por la amnistía decretada por el presidente Héctor Cámpora en mayo de 1973. 

jueves, 9 de enero de 2014

Una “carta abierta” que revela vínculos de la CNU con la policía y la Justicia

El documento recuperado luego de más de 40 años. / 
Silvia Filler, asesinada el 6 de diciembre de 1971 por la CNU.  
Por Daniel Cecchini y Alberto Elizalde Leal investigacioncnu@gmail.com

Se trata de un documento de principios de 1972, donde el grupo propone una versión del asesinato de Silvia Filler y utiliza información policial y judicial para intimidar y “marcar” a los testigos del crimen.

Una “carta abierta” de la Concentración Nacional Universitaria dirigida “a los compañeros del Movimiento Nacional Justicialista” confirma que ya en 1971 y 1972 la CNU marplatense tenía fuertes vínculos con un sector de la Justicia Federal de esa ciudad y con la Policía Bonaerense. Se trata de un documento prácticamente desconocido, con una portada y dos páginas de texto, producido en Mar del Plata e impreso por la CNU de Rosario (se distribuyeron folletos similares en la ciudad atlántica y en La Plata), uno de cuyos ejemplares en papel –recuperado por el archivo digital El Topo Blindado– fue facilitado a los autores de la investigación de Miradas al Sur sobre el accionar de ese grupo parapolicial de la ultraderecha peronista.
El documento –confeccionado en stencil y reproducido en mimeógrafo, como casi todos los de la época– data de los primeros meses de 1972, poco tiempo después de que una patota de la CNU marplatense interrumpiera a los tiros una asamblea en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mar del Plata y asesinara a la estudiante Silvia Filler, el 6 de diciembre de 1971.
El texto apunta a dos objetivos: por una parte, “despegar” a la CNU del crimen adjudicándoselo a “grupos armados de bolches de la Facultad de Humanidades” y, por la otra, a “marcar” públicamente e intimidar a 17 testigos del asesinato que ya habían declarado en sede judicial. Los testigos no sólo están identificados por sus nombres sino que el documento hace públicos los domicilios de cada uno de ellos, dato que la CNU sólo pudo obtener del propio juzgado de instrucción.

EL ASESINATO DE SILVIA FILLER. Como fue probado en su momento por la Justicia, Silvia Filler fue asesinada por un grupo comando de la Concentración Nacional Universitaria que irrumpió disparando armas de fuego en una asamblea que se estaba realizando en el aula magna la Facultad de Arquitectura de la entonces Universidad Provincial de Mar del Plata. La patota de la CNU estaba integrada por alrededor de veinte personas, de las cuales por lo menos dos realizaron disparos al bulto contra los estudiantes allí reunidos.

Una de las balas, calibre 38, impactó en la frente de Filler, que murió poco después en la Clínica Central de esa ciudad. Otros cuatro estudiantes resultaron también heridos de bala: José Fiscaletti, Marcos Chueque –luego desaparecido durante la dictadura cívico-militar iniciada el 24 de marzo de 1976–, Oscar Alberto Ibarra y Nestor Adolfo Vila. Múltiples testimonios recogidos por la Justicia aseguran que frente a la Facultad –ubicada por entonces en el edificio de Alberdi 2621, actualmente sede del rectorado– estaba apostado un patrullero de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que permitió que se desarrollara el ataque sin intervenir.
Los hechos fueron investigados por el juez Adolfo H. Martijena. En el juicio fueron condenados 17 integrantes de la CNU, que fueron encontrados responsables del delito de “homicidio en riña”: Oscar Héctor Corres –autor del disparo mortal–, Raúl Arturo Viglizzo, Marcelo Arenaza, Ricardo Alberto Cagliolo, José Luis Piatti, Alberto José Dalmaso, Raúl Rogelio Moleón, Eduardo Salvador Ullúa, Luis Horacio Raya, Eduardo Aníbal Raya, Oscar Silvestre Calabró, Carlos Roberto Cuadrado, Ricardo Scheggia, Carlos Eduardo Zapatero, Martha Silvia Bellini y Beatriz María Arenaza. Todos ellos salieron en libertad el 25 de mayo de 1973, beneficiados por la amnistía dictada por el gobierno de Héctor J. Cámpora.

LA VERSIÓN DE LOS FACHOS. La “carta abierta” de la CNU fue publicada mientras la Justicia estaba investigando el asesinato de Filler y mostraba una clara intención de influir sobre la instrucción y el desarrollo del juicio posterior.
En el inicio mismo del documento, la CNU reproduce la versión que luego terminaría siendo probada en parte por la Justicia y que denunciaba sus vinculaciones con sectores del poder y del aparato sindical. Decía: “Toda la propaganda de los sectores antinacionales se centró en describir el hecho (el asesinato de Silvia Filler) como ‘un ataque a mansalva contra una pacífica asamblea de estudiantes indefensos por parte de un grupo de choque organizado y mantenido por militares y dirigentes sindicales corrompidos’”.
A partir de ahí, bajo el subtítulo “Los hechos”, el libelo de la CNU desarrolla la historia que busca instalar en la opinión pública: “A partir de una continua agresión de grupos izquierdistas de la Facultad de Arquitectura (Partido Comunista Revolucionario, Partido Revolucionario de los Trabajadores, FUA, Tarea, etc.) un sector de estudiantes nacionalistas aglutinados en el Centro de Estudiantes de Arquitectura y Urbanismo (CEAU) se acercó a la CNU a efecto de obtener asesoramiento sobre los problemas universitarios y material de propaganda de corte nacional para enfrentar a los activistas ‘bolches’ y su prédica disolvente. Esta actitud del CEAU y algunos enfrentamientos menores, motivaron que los bolches convocaran a una ‘asamblea’ en la que un ‘tribunal revolucionario’ juzgaría la actitud de ese grupo que trataba de frustrar la tarea de la trenza izquierdista de profesores y alumnos que controla la Facultad con la complacencia de las autoridades universitarias”, dice.

Una lectura atenta de esta parte del documento pone en evidencia lo que la CNU trata de ocultar: que la patota era externa a la Facultad y que su irrupción en la asamblea de 6 de diciembre de 1971 fue previamente planificada. “El día de la ‘asamblea’ –sigue el texto– algunos militantes de CNU y otros jóvenes peronistas decidieron evitar que el grupo nacionalista que sería juzgado por los bolches fuera agredido por éstos y resolvieron hacerse presentes en la asamblea a fin de prestar apoyo moral al CEAU e impedir que se consume la agresión y posterior expulsión de la Facultad por la fuerza que pretendían imponerles los bolches”. Y continúa: “A la asamblea concurrieron también grupos armados (bolches) de la Facultad de Humanidades para apoyar las pretensiones de sus camaradas maoístas”.

Hablando en buen cristiano: según los fachos, la CNU concurrió desarmada a la asamblea, simplemente para dar “apoyo moral”; en cambio, lo que estaban armados eran los “bolches”.
A partir de ahí, la “carta abierta” arma una historieta fantástica sobre lo ocurrido: “Apenas iniciada la asamblea comenzaron los insultos y agresiones verbales contra los compañeros del CEAU al punto que se generalizó una pelea a golpes de puño y cachiporras entre ambos bandos, lo que motivó que los jóvenes peronistas irrumpieran en apoyo de sus compañeros en razón de su inferioridad numérica. Al ingresar éstos al hall contiguo al aula magna, en que se desarrollaban los incidentes, fueron recibidos con un disparo de arma de fuego que efectuara Marcos CHUEKE (n. de los autores: por Marcos Chueque) (militante del Partido Socialista de Izquierda Nacional, domiciliado en Las Heras 2310); ese disparo fue a herir –por error o no– a otro militante izquierdista: Néstor A. Villa, 25 años, domiciliado en 14 de julio 2446, en la cabeza. Esta agresión motivó que los peronistas hicieran uso que las armas que llevaban en prevención de ella (sic). También en el aula magna hicieron disparos de calibre 38, desde el sector bolche, contra la militante del CEAU Silvia Martín, sin que dieran en el blanco pero motivando la muerte de Silvia Filler, que fuera adjudicada a los grupos peronistas. Estos sólo se limitaron a disparar contra las paredes tratando de intimar a los bolches, y contra Marcos CHUEKE, que fue herido en las piernas, pues portaba una pistola calibre 22, que inmediatamente de ser herido fue ocultada por una estudiante de Humanidades llamada Zulma OPEN, para evitar reconocer el enfrentamiento y simular un ataque a mansalva”, dice el documento.

CONTRADICCIONES E INTENCIONES. En el relato que pretende instalar la CNU sobran contradicciones y tela para cortar. Primero: sostiene que concurrió pacíficamente, a brindar apoyo moral, pero resulta que la patota estaba armada. Segundo: asegura que los disparos se iniciaron desde el “sector bolche”, pero resulta que a “los bolches” no se les encontró ningún arma. Tercero: dice que Chueque estaba armado, pero el arma de Chueque nunca apareció. Cuarto: sostiene que el disparo, de calibre 38, que mató a Filler fue disparado por “los bolches” contra una militante del CEAU y no contra Filler, aunque la investigación judicial ya había probado que el revólver 38 del que había partido el disparo mortal pertenecía al policía y miembro de la CNU Oscar Héctor Corres (a quien, llamativamente, el documento no nombra ni identifica como miembro del grupo de choque). Quinto: es notorio que en el documento sólo algunos apellidos están escritos con mayúsculas; son los que pertenecen a los “bolches”, de quienes también se brindan los domicilios, reproducidos como si estuvieran copiados literalmente de una declaración policial o de un informe judicial. En otras palabras: los están marcando con datos brindados por la Justicial y/o la Bonaerense.

Por último, siempre bajo el subtítulo “Los Hechos”, la CNU intenta justificar por qué la Justicia no encontró ningún arma entre “los bolches” que supuestamente habían disparado primero. “Al retirarse los grupos nacionalistas y peronistas –dice la “carta abierta”–, los bolches, al tiempo que atendían a los heridos, se ocuparon de recoger las cápsulas servidas por el arma de Chueke y exhortar a sus militantes sobre lo que debían declarar a la prensa y a la policía. Es necesario aclarar que el grueso de los participantes de la mencionada asamblea se habían retirado cuando comenzaron los incidentes y sólo recogieron las versiones de los bolches que ya se proclamaban víctimas de una agresión ‘fascista’”.
Más claro, imposible: la CNU es víctima de una conspiración bolchevique. Los testigos que señalan a sus integrantes como autores de la agresión armada y de la muerte de Silvia Filler han sido instruidos (exhortados) para que declararan de esa manera. Y los que no han sido instruidos hablan por boca de ganso. La única verdad es la realidad de la CNU.

COMPLICIDAD PARA “MARCAR”. En la segunda página del documento, la CNU se ocupa de identificar a los testigos con nombre, apellido y domicilio. Aquí los objetivos son dos y quedan claramente explicados en el texto.
Primero intenta desacreditarlos: “Luego de la detención de algunos militantes de CNU y otros jóvenes peronistas independientes, comenzaron a desfilar por el Juzgado que tiene a su cargo el proceso penal y alentados por un grupo de abogados bolches, los ‘testigos’ que posibilitan el actual encarcelamiento de nuestros compañeros”, dice la “carta abierta”.

Y, luego, directamente los “marca” para intimidarlos e, incluso, para propiciar acciones contra ellos. El texto no lo oculta: “Las falsedades y contradicciones en que incurren la mayoría de esos ‘testigos’ son por demás evidentes y para conocimiento de los militantes y afiliados del Movimiento Nacional Justicialista, a quienes va destinado este folleto, transcribimos la siguiente lista de los principales testigos falsos”.
El párrafo es revelador: por un lado “marca” a los testigos para conocimiento de “los militantes y afiliados del Movimiento Nacional Justicialista”. Es decir: muchachos, acá están, estos son… hagan con ellos lo que crean necesario. Por el otro, utiliza un verbo que no deja dudas de que la lista les fue brindada desde el Juzgado o desde la instrucción policial: “Transcribimos la siguiente lista”, dice. A confesión de parte, relevo de pruebas.
A continuación viene la lista, que en realidad son dos.

Una es de testigos directos, numerados del uno al doce, a saber: Hugo Roberto TORRADO; Loris Juan LAGO; Luis María RAFALDI; Jesús BLANCO; Pablo José MANCINI; Nélida Lilia GRANT; José Luis CASTORINA; Martha Isabel GUEVARA; Rodolfo Oscar ORSCHITZ; Héctor O. PERUZZOTTI; Carlos Alberto PAEYCHAUX; Arquitecto Nelson QUARATI. En todos los casos la CNU incluye la edad y el domicilio de los nombrados, también transcriptos de la lista que les han brindado.
La segunda lista es de “individuos que no estuvieron presentes en la asamblea”, que se presentaron para avalar “la peligrosidad del grupo” (es decir, de la CNU). Numerados del uno al cinco, son (y aquí los autores de la Carta utilizan deliberadamente mayúsculas no sólo para los apellidos sino también para los nombres, como para “marcarlos” aún más): JORGE JACINTO GAUNA, HUGO ALBERTO RAGO, ROBERTO ENRIQUE MONTECCHIA, JOSÉ LUIS ALGARTE, PEDRO ALBERTO ÁLVAREZ. Todos con edad y domicilio, también “transcriptos”.
Reproducir hoy, a 42 años de ocurridos los hechos, estos nombres no marca otra cosa que la valentía de esos testigos, digna de ser rescatada.
Es fácil descubrir el origen de las listas transcriptas en el folleto de la CNU. El texto de la “carta abierta” confirma lo que ya había sido revelado por los autores de la investigación de Miradas al Sur el 17 de febrero del año pasado, en el artículo titulado “Los informes secretos de la Bonaerense sobre la CNU”.
Allí se decía que entre los asesinos de Silvia Filler había dos policías bonaerenses que integraban la CNU: el oficial subayudante Héctor Oscar Corres (autor del disparo mortal) y el agente Juan Carlos Gómez.
Pero no era sólo la presencia de dos policías bonaerenses en el grupo de tareas lo que ponía al descubierto la vinculación de la CNU con esa fuerza de seguridad, sino la utilización que la Dippba (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) le dio a la información que Corres brindó durante su declaración ante sus colegas policías el 8 de diciembre de 1971.
En lugar de dar detalles sobre el crimen –un aspecto que no parece interesar al interrogador–, Corres hace una minuciosa radiografía de las organizaciones de la izquierda marxista y peronista que actúan en la Facultad e identifica a sus principales referentes. Esa descripción será incorporada casi como un parte de inteligencia elaborado por el propio Corres a los informes de inteligencia de la Mesa A, Factor Estudiantil, de la Dippba marplatense.

En el informe de inteligencia del 13 de diciembre de 1971, firmado por el comisario Jorge Hermondari e incorporado al Legajo N° 44 de la Dippba, el autor expresa claramente qué se hizo con la información elaborada por Corres: “Asimismo cabe agregar que el suscrito requirió al Delegado del SIPBA los antecedentes que pudieran registrar las personas, grupos y entidades mencionadas por CORRES, como así también una evaluación de lo expresado por el mismo, informando al Jefe lo siguiente: los nombres de alumnos y profesores mencionados por el imputado CORRES, dentro de la línea izquierdista, que actúan en las distintas Facultades locales, en su mayoría coinciden con los antecedentes obrantes en la Delegación y, particularmente, en el caso de los primeros, la nómina de activistas es mucho más amplia. Sobre las organizaciones mencionadas y sus integrantes, siempre de orientación izquierdista, la información resulta útil porque permite ubicar con mayor precisión a cada uno de los elementos en los grupos que actúan”.

En otras palabras, el objetivo de la Bonaerense no era el esclarecimiento del asesinato de Silvia Filler sino la identificación de militantes de izquierda. Para la policía Corres no era un imputado de asesinato sino un agente de inteligencia de suma utilidad.

La lectura atenta del texto de la “carta” no hace más que confirmar las vinculaciones de la CNU con la Bonaerense y sectores de la Justicia marplatense, aún en tiempos de la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse. Para unos y otros, los “bolches” constituían un enemigo común.